EN LAS HORAS
DE MEDITACIÓN
Capítulo VI,
por F. J. Alexander
En la hora de la meditación, hablando consigo misma, dice el alma:
“La Paz reside en el Silencio. Y para lograr esa Paz debes ser fuerte; el
silencio llega cuando el tumulto de los sentidos queda ahogado en lo Poderosa
Quietud de la Renunciación. Eres un vagabundo en el desierto del mundo. No te
detengas, que podrías perecer a la vera del camino. Constituye tu caravana con
buenos pensamientos; haz provisión de las Aguas de la Fe Viva. Cuídate de los
espejismos. La meta no está allá. No te dejes seducir por el atractivo de las
cosas externas. Renunciándolo todo, ve por aquellos senderos que te conduzcan
a la soledad del conocimiento íntimo de ti mismo. No sigas a los muchos que
han sido atrapados en la red de la multiplicidad. Ve por aquellos senderos que
huellan los santos y por donde avanzan, solos y separados, hacia la Meta de la
Unidad. Atrévete a ser valiente. Para vencer basta hacer el esfuerzo inicial.
No vaciles. Zambúllete en la santidad. De un solo y loco salto arrójate al
Océano de Dios. La Divinidad es el Fin. ¡Ningún otro fin puede existir para ti
en la naturaleza de las cosas, oh tú, refulgente rayo del Ser Resplandeciente!”
“Apresúrate, pues te podrías arrepentir. Fustiga los corceles del celo
religioso y de la potente fe. Hazte añicos si fuese necesario. No toleres que
nada se interponga en tu sendero. No es tu destino un destino fortuito. Avanza
con ánimo firme y fuerte, que tu punto de destino es la Realidad. En verdad, tú
mismo eres la propia Realidad. ¡Sé libre! No existe en todo el idioma de la
realización del Yo, palabra tan valiosa como: "fuerza". Al principio,
al final, y siempre ¡sé fuerte! Sin temor a los cielos ni a los infiernos, a
los dioses ni a los demonios, ¡avanza! Nada logrará vencerte. Dios Mismo se
verá obligado a servirte, porque Él se siente atraído por Aquello que está en
ti y es Él. Y así, la Unidad resulta ser la Esencia del Sublime e Interno
Conocimiento de Aquello que está en ti; —Aquello, que es tu verdadero ser, es
Dios. En verdad tú mismo eres Divino”.
“¡Tat Tvam Asi! ¡Hari Om Tat Sat!”
“¡Tienes que creer! ¡Ten fe en tu Yo! ¿Cómo puedes creer en Dios, si no crees
en tu propio YO? Debes salvarte a ti mismo. "Dios ayuda a quienes se ayudan
a sí mismos". Traba conocimiento con tu YO Real; Júzgalo con criterio
espiritual. Comprende que no eres el cuerpo, ni siquiera eres el pensamiento.
El pensamiento es el procedimiento para ver, pero el fin es la visión. Por
consiguiente, la verdad final es la Realización. El mandato final es:
"¡Hombre, conoce tu YO!"; hombre, realiza tu naturaleza. ¡Fe! ¡Fe!
¡Fe! Todo depende de la fe. No de la fe que es creencia, sino de la Fe que es
Visión. No existe más pecado que la duda; aprende a rechazar la duda como
rechazarías un veneno. El dudar del propio YO es verdaderamente una blasfemia.
No temas a nadie, no, ni siquiera a Dios, porque Dios debe ser amado, no
temido. ¿Cómo puedes sentir miedo de tu YO? ¡Y Dios es el YO tuyo! ¡Nada existe
sino Dios! ¡Y tú eres Aquello! Por consiguiente, ¡Despierta, levántate y no te
detengas hasta alcanzar la meta! Tal es el Evangelio del Bienaventurado”.