extracto del libro Yoga Våsishtha
El este libro el sabio Våsishtha enseña Rama el camino de sabiduria y la realización del Ser o Atman
El rey y la reina vivían tan felices como Vishnu y
Lakshmi, compartiendo su amor.
Como va penetrando poco a poco el agua por un agujerillo
en el casco de un gran navío, así envejeció la pareja real. A consecuencia de
su gran caridad y de su consagración a Dios, la reina empezó a ser consciente
de la irrealidad del mundo, e hizo partícipe de sus sentimientos al rey.
Pensaron: ‘El mundo es irreal y la sed de placer nunca quedará
aplacada de modo permanente. La juventud y el poder son pasajeros como el
fulgor de un relámpago.
Nuestra juventud ha huido como el agua entre las manos.
El sufrimiento es el compañero inseparable de la mente. Sigue a nuestras
alegrías y placeres como un gato corre tras un trozo de carne. La muerte
reivindica al cuerpo como si fuera un mango maduro que cae del árbol. Sea lo
que fuere lo que pensamos, no podemos conservar siempre nuestra juventud y
nuestro cuerpo. Debemos hacer algo para poner término a la enfermedad que es la
dependencia del mundo. Nada, fuera del conocimiento de Brahman, podrá
aportar permanente satisfacción.’
Tras reflexionar de esta manera, el rey y la reina se
llegaron cerca de Mahatmas que habían realizado a Brahman, atravesado
el río de la manifestación del mundo, y que personificaban la verdad y la
sabiduría. Depositaron respetuosamente sus presentes a los pies de un Rishi y
comenzaron a servirle.
Este les habló de Atman y le
escucharon con suma atención y reverencia. Le oyeron decir que Atman es siempre
puro, infinito y absolutamente bienaventurado y que conocerle es vencer los
sufrimientos para siempre.
La reina, con la mente purificada por su
buen karma, captó la verdad y se preguntó:
‘¿Quién soy? ¿Qué es el mundo? ¿Cuál es su origen?’
Pronto llegó a la conclusión siguiente:
‘Yo no puedo ser el cuerpo, porque es inerte mientras que
yo soy consciente. El cuerpo se mueve por el poder de los sentidos. Tampoco soy
los sentidos, puesto que no son conscientes de sí mismos. La mente, que pone en
movimiento los sentidos, no es consciente de sí misma, ni la facultad de
discriminación. Luego, dada la consciencia que tengo de mí misma, debo de ser
diferente de ellos.
El ego no es mi Sí mismo, ya que es la luz de la mente lo
que le ilumina. La mente carece de consciencia permanente, mientras que yo,
como Atman, soy la Consciencia misma. Mi Sí mismo es la Verdad; es un
sol en estado de aurora eterna. ¡Qué maravilloso es mi Sí mismo! Es absoluta
Felicidad. He encontrado mi verdadero estado, indestructible e infinito.
Como el cielo en Otoño, puro y sin nubes, tampoco yo
tengo mancha y estoy liberada de la fiebre de los afectos aversiones para
siempre jamás. Carezco de deseos y ya no conozco las fluctuaciones de la
percepción. Estoy liberada de ‘yo’ y ‘tú’. Siendo libre de toda identificación
con la mente, soy sin segundo y en permanente sosiego. En mí no hay ninguna
posibilidad de cambio.
Los grandes yoguis han denominado Brahman al
principio eterno. Ese Sí mismo se manifiesta como mente y como mundo y, sin
embargo, no hay ningún cambio en su naturaleza primera. Del mismo modo que las
rocas, piedras y cantos de una montaña no son sino la montaña misma, así el
mundo perceptible no es sino Atman.
Una ciudad fantasma no tiene existencia propia, como
tampoco el mundo. El yogui realizado vive en la unidad mientras que el
ignorante se halla en la dualidad.
Un niño moldea formas con arcilla y les llama elefante,
vaca, caballo, rey, aunque no son otra cosa que arcilla. La ignorancia
proporciona numerosos colores a la Realidad incolora, Atman. Ahora
conozco claramente la Consciencia fundamental.’
Chudala se dio cuenta de que su Sí mismo era
indestructible por el fuego, impenetrable, sin partes, perpetuamente puro.
Y dijo: ‘Soy sin nacimiento y tampoco hay muerte en mí. El mundo
se manifiesta en virtud de la Consciencia; los devas son todos Atman, y todas
las cosas móviles e inmóviles, también. Así como las olas, las burbujas y la
espuma no son diferentes del mar, nada hay que sea diferente de Atman. Nada de
todo ello tiene existencia propia, que sólo Atman posee. La
«egoidad» nunca, en ningún tiempo, ha asomado en mí. Habiéndome percatado de
esta Verdad, quiero recorrer libremente el mundo llevando la luz a los demás.’»
Continuó Våsishtha:
«Oh Rama-ji, en adelante Chudala estuvo liberada de la
sed de placeres y terminaron para ella sufrimientos y temor. Sabía que nada
podía añadirse a su conocimiento. Gozaba de un samadhi eterno y
permanecía en la beatitud sin fin. No hay palabras que puedan describir la
felicidad de la reina.
En ese estado radiante de paz, la vio el rey; y un
maravilloso asombro se apoderó de él.
Dijo: ‘Amada mía, veo que has retornado a la juventud, y, a mi
parecer, has tenido la experiencia de la dicha celestial. Quizá algún deva te ha dado
de beber un néctar que te ha vuelto inmortal, o un gran yogui te ha concedido
sus bendiciones. Tu mente rebosa de la esencia de la sabiduría y te hallas en
posesión de algo más grande que el imperio de los tres mundos. Has encontrado
la paz, y ya no veo en ti ni deseo ni pasión.’
Contestó Chudala: ‘Oh soberano, he alcanzado este bendito estado, más allá
de lo perecedero y de lo perceptible, en el que definitivamente está ausente la
dualidad. Extraigo placer de la ausencia de placeres que la realización del Sí
mismo me ha procurado.
Al alzarme por encima de los placeres reales, habito en
la felicidad del Sí mismo, libre de afectos y aversiones. Ahora sé con certeza,
oh rey, que todo lo que se percibe o se concibe no es más que sueño e
irrealidad; y el estado de normalidad que he descubierto está más allá del
alcance de los sentidos y de la mente, y no sufre la corrupción del ego; es el
substrato de todo, el Sí mismo de todo, la esencia de todo. Tal es el néctar que
he bebido, que me ha dado el sentido de la inmortalidad y me ha librado para siempre
del temor.»
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