Cómo el ego nos engaña
El ego nos hace vivir casi siempre un estado de separación de los demás, la vida y Dios.
El
ego nos hace vivir siempre en un estado de descontento, inquietud,
incompletitud, necesidad, aburrimiento, carencia, buscando algún tipo de
placer. El ego crea en nosotros un estado de ira, mal temperamento o
irritación (que son la forma sutil de ira), el miedo, la ansiedad (que es miedo sutil ), y varios grados de tristeza o depresión.
El
ego cada momento nos hace querer o no querer algo, gustar o disgustar
algo, sentir atración o aversión, sentir sensaciones agradables o
desagradable. Mental y emocionalmente estamos casi siempre agitados e
inquietos. Nos movemos arriba y abajo como las olas del mar y casi nunca
nos encontramos en equilibrio, en paz, en armonía, en alegría y en
contentamiento.
Lo
que el ego quiere en realidad es experimentar una y otra vez los mismos
placeres de una manera diferente, mejor y más intensa, especialmente
con la comida, el sexo, la bebida y el entretenimiento en general.
El
ego puede más fácilmente manipularnos y empujanos hacia los objetos
placenteras si inicialmente crea en nosotros un estado desagradable. A
nadie le gusta permanecer durante mucho tiempo en un estado de ánimo
desagradable o emoción desagradable.
¿Cuál
es la forma más sencilla para nosotros de superar este estado de dolor
insoportable? Por supuesto, es encontrar algo que nos puede dar algún
tipo de placer. Si tenemos un poco de placer, podemos, al menos por un
tiempo, superar o olvidar la situación dolorosa o desagradable.
Entonces
el ego crea primero en nosotros un estado mental y emocional
desagradable (contentamiento, inquietud, incompletitud, aburrimiento,
carencia), y inmediatamente después para superar el estado desagradable
nos dirige al encontrar un objeto que nos de placer.
El
ego nos hace creer también que la búsqueda de la experiencia placentera
es nuestra elección consciente. Al jugar este juego psicológico el ego
nos hipnotiza y muy fácilmente nos dirige hacia las experiencias
placenteras.
El
ego siempre lleva nuestra conciencia hacia el mundo exterior, hacia de
los objetos de sentidos, con el fin de hacernos olvidar nuestra
naturaleza divina dentro, que es eternamente libre, contenta, pacífica y
dichosa.
Si
fueramos conscientes de la dicha que siempre está presente en nosotros,
por qué a buscar placeres fugaces y ilusorios que son acompañadas con
innumerables formas de sufrimiento?
El ego para obstaculizar que nos demos cuenta de sus juegos y prolongar su existencia en nuestra psicología crea muchas ilusiones y mecanismos de defensa.
El
ego a través su mechanismos nos impide ser conscientes del
condicionamiento psicológico cual el ego proprio crea, y ser conscientes
de nuestra verdadera naturaleza dichosa, porque el momento que la nos
damos cuenta el ego perderá su soberanía sobre nosotros.
Paz, Luz y Amor